Vomitaban unos sobre otros y pronto se llenaron de piojos. El ácido de los vómitos y el salitre del mar convirtieron sus ropas en harapos. Un velero destartalado ha llegado a la costa con 106 inmigrantes irregulares a bordo.

Esta es la imagen del periódico Agencia Comercial de Venezuela cuando llegó al puerto de Garupano el velero La Elvira con varios exiliados españoles a bordo. En la web canariasbruta.com encuentro el texto de la noticia:

Los tripulantes del velero La Elvira llegan al puerto de Garupano (Venezuela) en 1949

Algo me había contado Ernesto de Dinamia mientras estábamos hablando de campañas de publicidad interesantes relacionadas con el mundo del trabajo. Meses después me llegó la noticia a traves de la lista de correo de la Asociación de Vecinos y Vecinas de Aluche e indagué por la red.

El relato que transcribo lo firma Xosé O.Piñeiro y está rescatado de la web fillos.org (una web para el encuentro de los fillos -hijos- de la inmigración gallega):

Los sin papeles detenidos entre los que había diez mujeres y una niña de cuatro años se hallaban en condiciones lamentables: famélicos sucios y con las ropas hechas jirones. La b/odega del barco que sólo mide 19 metros de eslora parecía un vomitorio y despedía un hedor insoportable.

La historia se remonta al 25 de mayo de 1949. Hace un par de años el gobierno canario utilizó la portada para un cartel con la frase Nosotros también fuimos extranjeros. Y es que esas 106 personas eran fundamentalmente canarias que huían de la represión franquista y Venezuela era la tierra de las oportunidades.

La historia que no nos han contado

Según leo en el diario canario

La historia comenzó el Sábado de Gloria de 1949. Un centenar de personas se deslizaron por el muelle de Las Palmas y embarcaron en varias falúas. La mayoría eran campesinos de Gran Canaria que ganaban 20 pesetas por trabajar de sol a sol y que habían tenido que vender sus cabras para pagar las 4.000 pesetas del billete una pequeña fortuna para la época. En el pasaje también había 15 tinerfeños 10 palmeros cinco cubanos hijos de isleños y 15 peninsulares de Murcia Madrid Almería León Ourense Asturias Cuenca Cádiz Navarra y Baleares un canario nacido en Filadelfia (EE.UU.) y una española venida al mundo en Auxerre (Francia).

Durante varios días habían permanecido ocultos en casas particulares. Juan Azcona uno de los organizadores del viaje ha declarado que alojó en su vivienda a más de 20. Si le hubieran aplicado la actual Ley de Extranjería habría pasado una buena temporada a la sombra por tráfico de personas. De ese mismo delito habría podido ser acusado Ramón Redondo que un mes antes había pagado 250.000 pesetas por una goleta llamada La Elvira que durante 96 años había sido dedicada a la pesca en las costas de África. Redondo pensaba amortizar la compra con el precio de los pasajes y con la venta del lastre de sal que llevaba el barco.

Las falúas pusieron proa hacia la península de Jandía al sur de Fuerteventura donde les esperaba La Elvira. Los pasajeros acababan de abordarla cuando oyeron dos tiros y vieron acercarse vertiginosamente la lucecita verde de una patrullera. Huían con todas las velas desplegadas pero la lancha ganaba terreno. ¡Deténganse en nombre de España! ordenó la Guardia Civil por el altavoz. Los agentes se colocaron en paralelo a la goleta: ¡Entréguense! volvieron a ordenar. ¡Que se entregue tu madre! les respondió una voz en la oscuridad. Un golpe de viento feliz lanzó al velero hasta aguas internacionales.

La Elvira tardó 36 días en cruzar el Atlántico empujada por los alisios. Durante ese tiempo sus pasajeros se alimentaron de patatas podridas garbanzos con gorgojos y gofio picado. El agua estaba racionada.

Gonzalo Morales que escribió un libro sobre la historia Fugados en velero cuenta que pasaban casi todo el día en la bodega donde sólo cabían tumbados y apretados como sardinas en lata. No podíamos ni darnos la vuelta ha declarado Paco Azcona. Hacían sus necesidades tras unos tablones. Vomitaban unos sobre otros y pronto se llenaron de piojos. El ácido de los vómitos y el salitre del mar desgastaron sus ropas que se convirtieron en harapos. Con aquellos jirones las mujeres hicieron compresas cuando se les presentó la regla. La Elvira hedía como una cloaca.

Antonio Domínguez apodado El Puro por su afición al tabaco era el capitán costero encargado de sacar el barco de las islas. Luego debía pasarle el mando a Antonio Cruz Elórtegui capitán de altura. Pero Elórtegui había mentido: Soy un perseguido político vasco. No tengo dinero y presentarme como capitán era la única forma de embarcar confesó. Intentaron lincharlo pero el armador el costero y los cinco marineros lo evitaron. Tenemos que volver a Canarias anunció El Puro al ver que carecían de capitán. Pero un pasajero llamado Regino Camacho que antes de la guerra civil había sido acusado de asesinato armó un motín y pistola en mano le persuadió de que se hiciera cargo de la nave. No era Camacho el único homicida que viajaba en el barco ni el suyo el único revólver a bordo. Al final de la travesía las autoridades venezolanas intervinieron tres armas de fuego en La Elvira.

El Puro navegó contra la salida del sol. Sólo se auxiliaba con el cronómetro de Ramón Redondo el armador que le permitía calcular cómo se reducía la diferencia horaria entre Canarias y Venezuela. En el medio del Atlántico un huracán rompió el timón y estuvo a punto de enviarlos a pique. Al amanecer del 22 de mayo tras 36 días de viaje alcanzaron el puerto de Carúpano en Venezuela.

Antes de fallecer Ramón Redondo el armador dejó escrito el final de la aventura: Fuimos remolcados hasta La Guaira por una lancha de la Guardia Nacional. Las autoridades nos reseñaron como inmigrantes voluntarios. Luego nos trasladaron hasta un centro de inmigración de Caracas. De ahí nos llevaron al estado de Yaracuy a un central azucarero llamado Matilde donde estuvimos limpiando surcos y abonando los cañaverales. Después de un mes viajé en autobús hasta Caracas donde viví en una pensión y limpié coches por la noche. Me enteré de que habían trasladado La Elvira hasta Puerto Cabello. Allí me fui. Unos pescadores me acercaron hasta ella y me dejaron solo. Lo encontré todo tan desmantelado que me dieron ganas de llorar. Subí por las jarcias hasta lo alto del mástil y rescaté la bandera española que habían hecho las mujeres con trozos de tela (…). Regresé a Caracas y después de muchos contratiempos organicé mi vida me casé con Aura Vera y tuve cuatro hijos.

El año pasado Ramón Redondo quiso volver a Tenerife con su familia. Llegó herido de muerte. No había tenido tiempo de poner su documentación en regla y lo rechazaban en el hospital. Falleció en febrero. La Administración ha informado a su esposa de que dado que no convivieron un año en España no tiene derecho a la pensión de viudedad. ‘¡Pero si llevamos casados 52 años!’ ha protestado ella. Le han respondido que la ley protege al Estado de los matrimonios de conveniencia.

TOMÁS BÁRBULO – Tenerife. EL PAÍS – España – 16-07-2001

Parece que la salida de barcos clandestinos desde Canarias hacia América fue continua desde 1939 a 1952 según contaba el propio Tomas Bárbulo de Tenerife en el diario El País del 16 de julio de 2001. Pero en esta huida también participaron los alcaldes locales fascistas sin escrúpulos que actuaban en connivencia con la Guardia Civil. Cada alcalde actuaba en una isla o en una zona concreta. Por ejemplo en La Gomera organizó varios viajes un tal Casanova que era alcalde de Valle Gran Rey. A veces en Venezuela sobre todo en los primeros viajes a los inmigrantes canarios se les recibía en La Guaira con una banda de música que interpretaba el Himno de Riego o himno de la República española.

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